UN EJEMPLO PARA LA SOCIEDAD

A pesar de su ceguera, es uno de los electricistas más cotizados en la ciudad.

Hace cinco años, Luis Mercau perdió por completo la visión. Después de atravesar un largo periodo de depresión, eligió el trabajo como terapia. Es experto en los circuitos más complejos y lo contratan en los countries.
Una muestra más de superación y perseverancia. Luis es electricista y sigue llevando una vida normal, como cualquier otro, a pesar de su ceguera. Es que con 42 años, y afectado por el corralito, comenzó a sufrir problemas en su salud, llegando a un cuadro de stress tremendo que, combinado con la diabetes que padece, lo llevó a sufrir una retinoplastía diabética que progresivamente fue disminuyendo su visión. Pero eso no lo detuvo. Es que desde hace 32 años se dedica al rubro de la electricidad, de los cuales los últimos cinco los trabajó en la más completa oscuridad.
Sus conocimientos y su capacidad lo transformaron  en uno de los especialistas más cotizados en Río Cuarto y la región. Con su lista de clientes podría armar una guía de profesionales y de apellidos famosos. “He trabajado en todos lados” acota Luis, “yo hice la instalación de la fábrica de pastas La Italiana, he trabajado en Venado Tuerto, también para el señor De la Sota en la estación de servicio de La Carlota. A Adriana Nazario le he hecho muchas casas…Sin ir más lejos, cableé toda la sede del club Urú Curé, con la ayuda de un chico”, enumera.
¿Cómo fue la situación de ser un trabajador conocido, a tener que amoldarse a toda esta nueva situación para usted?
“Fue todo un proceso. Del 2001 a 2005 busqué una solución a mi problema, y lamentablemente me dijeron que sólo podía continuar mi visión por dos o tres años, pero que definitivamente la perdería. Entonces, cuando la perdí completamente, fue bravo. Estuve en una depresión muy grande durante unos seis meses (…) Pero volví al ruedo por mis hijos. Empecé otra vez en las obras haciendo de cuenta que tenía la vista”.
Mercau, sigue desempeñándose como electricista, ayudado por un joven acompañante, Javier Ponce, que lo guía en algunas de las tareas de su oficio.
¿Cómo se complementan?
“Muy sencillo: yo le transmito lo que quiero que haga y él lo hace. Es más, le digo: puedo enseñarle a cualquier persona aunque no haya hecho nunca un trabajo de electricista, y puedo hacer yo también algunas tareas guiado por Javier, porque aún sigo siendo tan diestro como cualquier normal. Claro que a veces necesito a una persona que me alcance las cosas, me diga a lo mejor algún color o algún detalle y para poder trasladarme, porque no uso bastón y me manejo por la ciudad sin problemas.
¿Se niega a usar el bastón?
“Si, porque considero (…) que cualquier persona de mi condición siente el bastón como algo denigrante. Es algo que la deprime, porque cuando usted ve a una persona con un bastón blanco andando por la calle, ahí nomás lo distingue como  <un ciego>. Además, como yo opté por trabajar, por ser normal como los demás, no lo uso porque me deprime”.

¿Entonces puede decir que su trabajo es como una especie de terapia?
“Sí, porque si no hago esto me pongo a pensar… De hecho nunca recurrí a ningún psicólogo, soy, digamos, mi propio psicólogo. “
Y en su día a día, afuera del ámbito del trabajo, ¿lleva una vida normal?
“Si (risas). Yo soy una persona de trabajo, pero también me gusta divertirme. Es más: si tengo oportunidad de ir a una confitería, voy. Hago una completamente normal”.

Esta es la historia de Luis Mercau, un verdadero y genuino ejemplo de fuerza, espíritu y vocación.

                                                                                            Sergio Daniel Arese




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